miércoles, abril 26, 2006

Elecciones en la Democracia Cristiana:



¿Un Partido de Enemigos o de Hermanos?


La actual coyuntura critica del Partido Demócrata Cristiano ha reflotado por enésima vez el tema de la poca convivencia que se produce intra y extramuros en los procesos electorales internos. Cada elección (universal o por junta) es interpretada como “el tiempo que vivimos en peligro”, pues, las aguas se agitan, las tempestades son más fuertes, los discursos son más encendidos. La militancia vuelve a atiborrar las sedes partidarias a escuchar los planteamientos de los postulantes. Las criticas por doquier despiertan apasionamientos a ultranzas. Es cuando prima más el sentido de una candidatura que el partido, mientras que a la opinión publica y al común militante, le parecen que están en presencia no de un partido de cristianos o de hermanos en política sino de dirigentes que no trepidan en la descalificación como recurso político para lograr sus objetivos mediatos. Es lo que llamo el “Síndrome del Justicialismo Argentino”. Por otro lado, las propuestas de querer un partido mejor son transversales, pero quedan heridas. Alguien podría reflexionar o pensar que la solución a esos males es terminar con la idea de “un militante, un voto”, para evitar maltratos públicos o soterrados, para que no existan vencedores ni vencidos, u concluir con las juntas nacionales, es decir, la udidización del PDC. Afortunadamente nadie ha planteado esa tesis. Deseo profundamente la unidad partidaria para enfrentar los retos de una sociedad chilena que ha cambiado profundamente. La sociedad avanza mientras que el PDC no tan solo no se adecua a los tiempos sino que menos conduce.

Por ende, no debemos perder el sentido de partido, que muchas veces es superado por estos episodios que lamentablemente son recurrentes en la vida de un partido democrático como es el PDC. No perder el norte de nuestra actividad politica, es volver a recordar la famosa y antológica frase de Tomic: “NO HAY NADIE MÁS GRANDE EN EL PARTIDO QUE EL PARTIDO”. Entonces, la culpa son las elecciones?. No, en realidad, la responsabilidad es de las personas, de los liderazgos, de los lideres de opinión, que muchas veces, en vez de proponer, denostan. La critica es bienvenida y legitima en un partido que desde los treinta a luchado por la democracia, pero con altura de mira, con amistad cívica y con critica política. Pero tampoco soy un apocalíptico, pues, la verdad, es que el PDC, desde los tiempos de la Falange Nacional, ha tenido momentos de gran tensión.

En la actualidad, no estamos en presencia de un Partido que tiene desgarramientos ideológicos o doctrinarios como antaño, quizás algo tácticos, pero no estratégicos. Las temas que nos unen son más que los que nos desunen. No existe en mi parecer un enfrentamiento o disenso sobre el modelo de desarrollo, entre los partidarios y detractores del modelo, entre los que disfrutan y no lo hacen, pero lo que sí existe, es una falta de aggiornamiento doctrinario, en este mundo global y diverso; en lo ideológico, en cuanto a la escasa comprensión a la sociedad pluralista que vivimos, más heterogénea cultural y religiosamente; en lo político, en cuanto a un debilitamiento o falta de claridad de nuestras posiciones; en el pensamiento, en el sentido que hemos dejado de pensar el país, debido a las preocupaciones del día a día que asolan a la función política.

El PDC tiene una larga historia de elecciones, momentos de encuentros y desencuentros. Como no recordarlos en esta tribuna¡. Sí bien ha tenido episodios tristes y dramáticos como el fraccionamiento producido por la formación del MAPU y la IC, tampoco a implicado ni la apocalipsis ni menos su desaparición pese a los deseos de adversarios políticos u algunas opiniones de académicos o politólogos. Sin duda, fueron tiempos difíciles, en conjunto con la derrota de Tomic, y luego, la época de la dictadura. Pero tampoco, y hay que reconocerlo, estamos viviendo “la era de la democracia cristiana”. Por eso mismo, más que un imperativo, es un deber del común militante y de la dirigencia mantener relaciones fraternales entre nosotros, sin desconocer, por cierto, las diferencias que existen. No hagamos de la elección del 30 de abril el lugar de la descalificación. Tengamos como norte al partido y los objetivos que nos mueven en política: La Clase Media, los Sectores más Pobres y oprimidos, los trabajadores.

No hay programa común ni candidatura democratacristiana el 2009 sin unidad. Los hechos del año pasado así lo registran.

Pese a que respecto la elección del domingo 30 tengo una posición claramente definida y conocida por muchos militantes y amigos del partido, aspirar a un partido con convivencia y amistad no es restarse a los procesos internos y sentirse más allá del bien y el mal, ni menos tomar distancia. Al contrario, asumo posiciones, defino mis rumbos y trato de promover el sano y enriquecedor dialogo entre nosotros.

El PDC ¿Un partido de Enemigos?. Absolutamente NO. Por Chile, por la Gente.

Jaime Correa
Licenciado en Historia
Universidad de Chile


Santiago, martes 25 de abril 2006

 
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